"HERIDAS FAMILIARES"
- Karla González Novion

- 24 sept 2023
- 4 Min. de lectura
¿Quién no tiene Heridas Familiares?
Hay tanta historia en cada familia, situaciones complejas, desencuentros, abandonos, manipulaciones, en fin, hay diversos ingredientes en cada una. La imagen de la Familia Santa, convencional, que no se dicen palabras feas y no se levantan la voz, es de antaño y color sepia.
Tenemos tan idealizada la imagen de familia perfecta que ninguna cae en el estándar impuesto por la sociedad conservadora de nuestro país, y de la carga religiosa que se manifiesta en ciertos espacios que quedan en generaciones de nuestro linaje familiar.

Es tan evidente lo que comento que queda muy retratado cuando una pareja decide tener una ruptura definitiva, y la primera etapa en casi todas las familias es la de la negación y ocultamiento, pensando en que esta situación cambie, sobre todo si no hablamos de ello, o la ignoramos.
Somos una sociedad inmadura en cuanto a los modelos familiares, y creamos un estándar moral muy alto, poniendo en un altar a esta sagrada familia. Nos olvidamos de que las familias se componen por humanos, es decir, seres imperfectos, inestables, cambiantes, dinámicos, egoístas e individualistas. Así esta agrupación de personas con vínculos sanguíneos en la mayoría de los casos es un grupo de seres humanos con sesgos, ripios, dolores y heridas, muchas de las cuales se han originado en el propio seno familiar.
En mi opinión está sobre exigida y sobre evaluada la familia como sistema humano, y la llevamos a extremos que no siempre tienen mucho sentido. Hay una exigencia moral subterránea en que debemos contarnos todo lo que pensamos, como cuando éramos niños, lo cual me parece que es de una falta de autonomía en un adulto, ya que no requiero la aprobación de mi familia para emprender o dejar algo, esa dependencia desde mi perspectiva, en un adulto, no es buena.
Otra exigencia implícita es que me debo llevar bien con todos los integrantes de mi familia durante toda mi vida, y la realidad es que hay familiares que no se han soportado nunca y negarlo o someter esto a una obligada relación para mantener a la familia reunida es de un stress innecesario. Hay que desdramatizar las diferencias y la falta de sintonía entre unos y otros, y soltar las relaciones, pero lamentablemente la manipulación de algunos es un caldo de cultivo para armar una sopa de emociones culposas.
Las Heridas Familiares están en mi alma, en mi mente, en mi corazón, y hasta en mi cuerpo, pudiendo somatizarse tanto que me regalen alguna enfermedad. Hay veces que por mantener el equilibrio o la tranquilidad familiar nos guardamos opiniones, pero si esto ocurre de manera muy reiterativa puede venir la explosión con el respectivo terremoto afectivo en la familia.
La comunicación sana y madura en la familia no se crea por arte de magia, requiere padres sanos y maduros, pero sobre todo valientes, dispuestos a escuchar activamente a los hijos, y eso requiere apertura, mucha presencia y tiempo. Lo más probable que en el ejercicio de ser padres les dejemos algunas heridas a nuestros hijos, y en respuesta ellos nos provoquen otras, y así se puede ir gestando una forma de relacionarnos dañina y limitante. El oxígeno que necesitamos para no ahogarnos en estas prácticas, a veces no lo encontramos en la misma familia, y la terapia sistemática es fundamental, para padres e hijos, y todos los que vivan en la familia. Hay procesos personales que nunca llegarán a compartirse en familia, y que tampoco podrían ser entendidos con suficiente objetividad, sobre todo cuando hay roles que se asumen desde la victimización o la manipulación de las emociones y carencias de algunos.
Las Heridas Familiares hay que sanarlas, y requieren su tratamiento especial, una pomadita con cariño, algún medicamento para desinfectarla o si es un trauma algo más fuerte, incluso terapia con kinesiólogo, de esos ejercicios regulares que debo ir incorporando en mi rutina diaria, pero sobre todo requiere autocuidado, porque soy el único que dimensiona realmente cuan profunda es mi herida familiar, cuanto tiempo la llevo dentro y cuanto me ha costado reconocerla.
El amor no basta para sanar heridas. Ese gesto que a los niños chiquitos les hacemos cuando se caen, y les besamos esa parte de su cuerpecito dañado, es un gesto infantil y de cuento para pequeños humanos. Los grandes humanos requerimos más que unos besitos de amor, necesitamos un sentido de la realidad y la madurez para tratarnos las heridas, realizar el tratamiento el tiempo que sea necesario, y dejar las prácticas que no nos dejen regenerar los tejidos del alma.
Bajar del pedestal a la familia no es debilitarla, en mi opinión es darle un lugar más realista y acotado, dentro de mi historia personal.
No escogemos a nuestra familia, a ninguno de sus integrantes, a excepción de aquellos que maravillosamente adoptan hijos. Crecemos en un ambiente que nos debe dar protección y ayudar en el crecimiento como personas, y colaborar con la búsqueda de nuestro proyecto de vida, pero no siempre ocurre esto, ni todo el tiempo, porque la vida misma tiene sus crisis, rupturas, abandonos, maltratos, en fin, momentos difíciles y podemos perdernos en ellos por un buen rato, del orden de meses o años, mientras las heridas de los que viven con nosotros se van profundizando.
Aceptar las heridas familiares es un paso valiente y honesto hacia nosotros mismos, y hacia la propia familia, intentar sanarlas con el otro es más valiente aún, y el otro puede estar tanto más atrás en la evolución que se requiere que será imposible hacer el ejercicio juntos, pero puede haber un mañana donde si ocurra, y ahí está la magia que cada familia tiene en sí misma.
Creo que cuando un familiar está muy enfermo, y le va quedando poco tiempo, todo se acelera dentro de uno, y es un momento espiritualmente tan intenso que la sanación de mis heridas puede ser milagrosa, no tanto para sanar físicamente a mi familiar, pero sí para dejarme atravesar por un viento refrescante de reconciliación y pureza.
Cierra tus ojos y hazte tu scanner para descubrir y reconocer cuáles son tus heridas familiares.







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