- Karla González Novion
- 29 ago
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Envejecer es un proceso natural.
Desde el momento en que nacemos comenzamos a envejecer, y así a medida que avanzamos en edad va nuestra anatomía cambiando y nuestro cerebro también es parte del proceso evolutivo del crecimiento o envejecimiento.
En nuestros primeros años la edad que tenemos no representa una preocupación, y es un evento que nos emociona y nos hace sentir especiales, sobre todo si la familia lo celebra, y así, a medida que avanza nuestra historia personal vamos cumpliendo más y más años.
No sé en qué momento es que empezamos a preocuparnos por la edad, o aparecen signos de edadismo en nuestro mindset que se instalan camufladamente en nuestro disco duro.
Este mundo comienza a aparecer con una oferta de posibilidades para disimular los años, de un amplio espectro; fármacos de laboratorios connotados, cremas y productos para la piel, hiperultravitaminas antienvejecimiento, cirugías e intervenciones físicas, sesiones de masajes y máscaras para el rostro que nos aseguran reducir años, prácticas deportivas de rejuvenecimiento express de variados tipos, en fin…..el deporte también se transforma en un aliado para la buena salud y para mantenerse joven y radiante….otro elemento es la alimentación para rejuvenecer…todo un mercado Anti_Age…

Nuestra sociedad nos muestra al envejecimiento como una pérdida de valor, de belleza y de oportunidades. El culto a la juventud tremendamente exacerbado en las RRSS incrementa esa mirada desolada del envejecimiento.
La publicidad se nutre del culto a la eterna juventud que en muchos ambientes está presente hoy en nuestra sociedad.
Existe el miedo profundo a envejecer, que tiene un nombre “Gerascofobia” y que afecta a la salud física y mental de muchas personas, y se sustenta de esta sociedad que muestra al envejecimiento como una derrota y utiliza un lenguaje muy negativo hacia esta etapa de la vida.
Es un hecho que viviremos más que nuestros abuelos, la esperanza de vida va en aumento, y eso mismo ha impulsado mucho un mercado amplio de productos y servicios para edad avanzada, tercera o cuarta edad.
El panorama no se ve bueno al parecer, hay muchas malas señales en Instagram y Tiktok para los que llegan a viejos, porque siempre se pinta de oscuro el escenario de la vejez, casi como una enfermedad incurable y contagiosa.
La realidad es que envejecer no es en ningún caso una enfermedad.
Si es una realidad que con los años el cuerpo se resiente y se desgasta, porque esta bella anatomía que nos lleva a todas partes tiene sus transformaciones, y la Vida nos afecta, el Stress, el decir que sí a todo, el no darse tiempo para disfrutar, el no escucharse y detenerse a contemplar, eso es lo que enferma el alma y el cuerpo.
Es una realidad que las energías ya no son las mismas, y ante un trasnoche por algún carrete nocturno requiero más tiempo para reponerme, y las articulaciones duelen, y siempre alguna parte del cuerpo siente algo que no me agrada (rigidez, malestar, inflamación, etc.).
Con los años aparecen enfermedades crónicas, con las cuales debo convivir, mientras antes las integre a mi dinámica de vida, mejor podré abrasarlas y aceptar que están conmigo y no siempre es agradable.
Es una realidad que ser mayores, ya sin un trabajo regular, hijos fuera de casa, y con achaques físicos es especial y requiere de una actitud valiente para no desanimarse, sobre todo si no tengo personas con quienes compartir la vida, y me encuentro sola y sin actividades que me estimulen.
Pero también es mi responsabilidad como ser humano darle sentido a Mi Vida, eso no se lo puedo cargar a mis hijos, a la pareja, en fin, a quién esté a mi lado…..en todas las etapas de mi vida soy yo quién es responsable de la trascendencia de mis días.
La vejez es solitaria muchas veces, se van perdiendo amistades en el camino, pero también se pueden ganar nuevas amistades, y eso requiere que me abra a otras experiencias, que incluso cuando más joven no me interesaban.
Cada etapa de la vida puede ser un nuevo comienzo y puedo aventurarme a emprender episodios muy diferentes a los anteriores.
El envejecer es una experiencia única y valiosísima para toda la humanidad, es una riqueza intelectual y tiene un legado extraordinario. Es el momento más reflexivo del ser humano, donde hay más calma, menos distracciones y más sabiduría.
Recoger las experiencias de nuestros mayores y sus visiones es fundamental, hacer el ejercicio de escuchar a los que nos criaron, nos educaron, y nos llevan delantera en este circuito de la vida es importante de realizar, no por caridad ni por ser generosos con nuestro tiempo, si no por respeto y lealtad.
La vida son ciclos, estás arriba, luego abajo, con abundancia, en escasez, muy acompañado, abandonado, y así, con lucas o sin ellas, y lo único que siempre está ahí es tu vida interior, ese diálogo contigo que va evolucionando con los años, y que debe asumir que eres más adulto, más anciano, más envejecido, con un alma de joven curioso tal vez, claro que puede ser, pero consciente del paso del tiempo, y de mis nuevos límites físicos.
Ver pasar la vida, los cambios, las generaciones crecer, es un regalo, y agradecer por estar consciente de ello también lo es.
¿Qué lugar tenemos las personas más grandes en la sociedad, en mi entorno, en mi mundo familiar, mi contexto laboral?
Apreciar el contenido por sobre las formas es esencial, saborear las conversaciones y buscar las sonrisas son un infaltable, y sobre todo abrirse al amor en cualquier etapa, son mis máximas para el envejecimiento que aspiro llevar.
¿Y saben algo querid@s? No envejecemos solos, siempre hay alguien a mi lado que está viviendo lo mismo que yo, así que es una opción bonita vivir las etapas más maduras en comunidad, reunirse con la tribu, y si no la tengo buscarse una nueva, cualquiera que sea, siempre será un espacio de abrirse a nuevas conversaciones que me amplíen mi forma de pensar, y me regalen nuevos pensamientos.
Puedo envejecer con una mente estrecha y rígida, con ideas estructuradas y absolutas o ampliar mi pensamiento a nuevos horizontes y creencias que no me había permitido vivenciar.
La decisión consciente de como vivir mi envejecimiento es mía, si permito quedar atrapado por alguna enfermedad, o cautivo de los achaques físicos, preso de las preocupaciones de la fatalidad de los medios (invadidos de delincuencia), angustiado por los problemas de mis familiares, pesimista respecto del futuro y sin sentido respecto del mío, y así, un pensamiento más negativo que el anterior….
Quiero ser de esas Viejas Locas que andan por la Vida aportando con los otros, en sus problemáticas, levantando a los amigos con comentarios esperanzadores, recogiendo algún alma que quedó sin amor, y emprendiendo intelectualmente siempre en algo, porque, aunque la sociedad me quiera dejar fuera del sistema, me niego a creer que no me necesitan y que mi aporte no deja alguna huella. Me niego a la irrelevancia social.
No quiero evitar envejecer, porque no es una enfermedad, no debo tomar medicamentos para evitar la vida, ni camuflar mis arrugas, son la herencia de haber vivido en este planeta, de haber habitado tantos lugares y disfrutado de tantos momentos.
Cuando me miro en las fotografías de infancia, o del colegio, reconozco ciertos rasgos que aún tengo, y esa cara de malula no se ha apagado, lo cual agradezco siempre, porque es mi señal que en el fondo sigo siendo una niña inquieta con más años y experiencias, pero sobre todo que ha envejecido orgullosa de los aciertos y errores, que me enseñaron, a destiempo muchas veces, pero que siempre dejaron una lección.
Cuando veo a los más grandes de la familia, de las familias de mis amigos, del entorno me pregunto si ellos también llevan a esa niña o niño aún latiendo en su corazón.
También en este paisaje humano veo personas mayores tan activas y entusiastas, llenas de proyectos, ideas y actividades, que se mueven y comparten sus energías con otros, y me llenan de admiración, porque en algunos casos se que llevan sus dificultades y a pesar de ellas son capaces de disfrutar su vejez.
¿Cómo nos hablamos a nosotros mismos respecto de nuestro crecimiento, evolución y envejecimiento? Lo que vemos de nosotros no es algo que se crea por accidentes, es el conjunto de muchas conversaciones que hemos sostenido.
Me hablo con alegría y orgullo respecto de mis etapas de vida, o me domina la tristeza y el miedo al envejecimiento. Mis recuerdos de juventud los recojo con agradecimiento o siento que pierdo mi identidad como ser al no tener las energías que tenía en el pasado, ni tener el aspecto físico que tenía en aquellos años.
La percepción que tengo de mi persona la debo ajustar a esta etapa, a quién soy hoy, con nuevos desafíos, y probablemente nuevos intereses. Y claro que esto puede requerir de una terapia de apoyo.
Podemos liberarnos de lo que el entorno Pro Eterna Juventud nos instala y que ha penetrado en nuestro tejido social y familiar.
No dejemos de jugar por envejecer, porque no estamos enfermos, sino más grandes.