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"CAMBIEMOS EL ESTIGMA DE LO FEMENINO"

  • Aurora Carrasco Silva y Marta Silva Morales
  • 22 sept 2021
  • 5 Min. de lectura

Desde pequeñas, nos vemos expuestas a diversas prácticas que buscan perpetuar como única condición femenina el rol de una mujer dedicada exclusivamente a las labores del hogar o, enfocada profesionalmente a ciertas carreras que se conocen por ser ejercidas principalmente por mujeres, como la educación y la salud.


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Lo femenino aparece asociado a la reproducción y la maternidad, la crianza de las nuevas generaciones y el manejo de lo doméstico. El vestido rosado, el juego de tacitas, el kit de limpieza, las muñecas, coches y las manualidades, son un claro ejemplo como seguimos perpetuando este estereotipo, al usarlos como regalos recurrentes para las niñas.


Desde nuestra primera infancia, al interior de la familia, la escuela y las múltiples otras instituciones sociales, las mujeres estamos expuestas a modelos de género tradicionales, que comunican roles determinados, ideas, creencias y expectativas sociales sobre las conductas y comportamientos debido al sexo. Estos patrones se van perpetuando en el tiempo con nuestros propios actos, que voluntarios o involuntarios, van encasillándonos en actividades normales y exclusivas de ser “mujer” o de ser “hombre”.

Es así como las prácticas de juego desarrolladas por las niñas están dominadas por los discursos de lo doméstico, el cuidado y la belleza, y las de los niños que vienen determinadas por los discursos del poder, la competitividad e independencia. Pensémoslo así: resulta particularmente cuestionable lo que sucede con el juego de muñecas, que se identifica con capacidades relacionadas con el cuidado hacia el otro y la parentalidad, y a la vez, es casi prohibitivo para que lo hagan los niños, pues la creencia regular es que “ellos deben sólo jugar con pistolas y autitos”.

Mientras las mujeres son preparadas, pensadas y responsabilizadas principalmente para el sostén del ámbito doméstico y la reproducción de la vida en la maternidad y sus cuidados, los hombres son vistos como ocupantes de los puestos de mando y proveedores, en tanto asumen el trabajo remunerado. Así, delimita una clara jerarquía de las posiciones y lugares simbólicos según género. Eso, por mucho que digan que ha cambiado, aún se mantiene absolutamente vigente.

La clave está en ir educando más a las niñas y los niños. Eso es fundamental para que se desarrolle plenamente el derecho a la igualdad. Pequeños pasos, tanto en los hogares como en las escuelas para combatir los estereotipos de género.


¿Sólo ser princesas?

La literatura infantil tradicional y los cuentos sobre princesas con el que todas soñamos más de alguna vez, ayudan también a esa caracterización tan marcada y que sigo viendo como errónea, para nuestros tiempos.

Cenicienta, Blanca Nieves, la Bella Durmiente, se van instalando en la mente femenina desde nuestra infancia más temprana, y luego se van aprendiendo e instalando en el inconsciente colectivo. ¿Todas debemos aspirar a ser princesas?

Y lo peor es que todo nos dirige a ello. No sólo estas lecturas, los medios de comunicación masiva y la publicidad, también refuerzan los roles estereotipados mediante la división de sus contenidos en función de las categorías de género. Nos invita a comprar o a regalar de acuerdo con los estándares sociales preconcebidos: Lo femenino y lo masculino, los príncipes y las princesas.

Hoy, nuestro rol especialmente como mujeres es ser conscientes de esto, y no seguir incentivándolo. Con pequeños actos contribuyamos a cambiar: regalemos microscopios, cuadernos para dibujar, lápices para crear, libros, pelotas para incentivar el deporte, en vez de muñecas, coches y vestidos rosados.

Hablar de esta situación con nuestros cercanos, transmitirlo a las nuevas generaciones, es parte importante de ese cambio también tan necesario.

No tengamos miedo a desafiar este cambio de mentalidad, porque hay que plantearse cuáles son hoy los verdaderos roles de la mujer, que no están sólo supeditados a la casa, al cuidado de los niños y del marido. Hoy todo apunta a la colaboración de los sexos.


Libertad y educación

Las mujeres seguiremos siendo amables, cariñosas y comprensivas, tanto si respondemos a seguir el modelo social de la dueña de casa, como el de una mujer trabajadora.

Tenemos que incentivar valores de libertad, tal como nos llama desde la corriente filosófica existencialista, Simone de Beauvoir, quien reflexiona sobre la importancia de la libertad de los individuos y sobre el concepto de “poder ser para sí mismos”. Para esto, mencionaba como requisito poder optar entre la multiplicidad de opciones (que se pueden construir y variar a lo largo de la vida), sin tener que responder exclusivamente a la repetición de un mandato social, predeterminado de lo que significa ser mujer o ser hombre.

Para nadie es un misterio que, en las últimas décadas, el padre ha reclamado protagonismo y se ha involucrado de forma más afectiva al crecimiento de sus hijos. Lo que ha llevado a un cambio en el relacionamiento parental integrando de a poco la dinámica de la corresponsabilidad. A medida que se desliga el rol de la madre como única cuidadora capacitada, se comienza a permitir la participación del padre desde un rol más activo en la crianza que se refleja incluso desde la etapa prenatal. En la actualidad, la presencia del padre en las consultas de control de embarazo, las clases de preparación para el nacimiento y durante el parto mismo, son de lo más comunes, reflejando el interés por formar parte y acompañar el proceso del embarazo con sus parejas.

Las jóvenes generaciones queremos impulsar un cambio cultural que nos permita compartir los cuidados de una forma más igualitaria y colaborativa. Así, lograremos que las mujeres tengan más oportunidades para desarrollar sus proyectos y los varones más posibilidades de involucrarse en las tareas que permiten que todas las personas tengamos una vida plena.


Convirtiéndonos en Súper Mujeres

Porque tenemos que dejar de ver natural lo que no es. No se nace para cuidar, se hace. De esta forma, la división de los trabajos domésticos y de los cuidados significaría la división de las responsabilidades y en consecuencia promocionaría una mejor calidad de vida para aquellas mujeres que quieran desempeñarse más allá de la maternidad.

La maternidad y el desarrollo personal no tienen por qué ser considerados caminos opuestos ya que a pesar de las dificultades que se pueden vivenciar al intentar complementar ambos roles. Ante el deseo de cumplir con diversos roles, surge el ideal de la “Súper mujer”. El discurso de empoderamiento femenino parece haber creado un nuevo ideal femenino: la “Súper mujer”. La identidad de ella se referiría entonces a la mujer que desarrollan plenamente los roles madre, esposa, estudiante, trabajadora, ama de casa y cuidadora. Lo es y hace todo.

Sin embargo, para muchas mujeres, este nuevo modelo configura un actual ideal de mujer exitosa, inteligente, competente, empoderada y femenina, estableciendo expectativas de excelencia en el desarrollo de los roles. Como se espera de estas súper mujeres, no solo que lo “tengan todo”, sino que a su vez lo “quieran todo” y se desempeñen con excelencia en los diversos roles. Lo que genera una serie de exigencias aún mayores para “lo femenino”.

Las nuevas generaciones que nos estamos formando conscientes de nuestra sociedad debemos luchar, con actos diarios, por emparejar la cancha. Más allá de mostrar, debemos ser. El llamado es intentar ser felices en nuestros múltiples roles, con nuestras múltiples responsabilidades y ser feliz en ese intento.


 
 
 

1 comentario


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